domingo, 14 de octubre de 2012

Jessica Jaques - El sentido estetico

A mi parecer, hay que afirmar que el surgimiento de la estética como disciplina fue una consecuencia tan magnífica como inevitable del gran empirismo británico de principios de siglo, que procuraba recuperar, por una parte, el antiguo y venerable eidos griego con toda su dimensión de visualidad perdida a partir del advenimiento del neoplatonismo y, por otra, la potencia cognitiva del ámbito del particular empírico, abandonada desde Aristóteles y su lapidario “de particularibus non est scientia”. Los estetas ilustrados negaron la mayor, y dieron a comprender ya de forma irrevocable que la filosofía debía ligarse al particular empírico como lo hizo la scientia nuova, y que eso restituía la dignidad filosófica de las facultades denostadas hasta bien entrado el siglo XVII. No ha sido otra la vocación de la última Biennale de Venezia, que llevaba por título el lema “Pensa con i sensi,  senti con la mente”, como si de vez en cuando el arte debiera rescatarnos de nuevo de un cartesianismo tan tozudo como falaz.
Pensar con los sentidos y sentir con la mente apunta a la sinonimia de los términos experiencia y experiencia estética y a la afirmación de la tautología del segundo. La experiencia es, desde la filosofía crítica kantiana, un término que designa la construcción del mundo por parte de un sujeto que se interrelaciona con objetos y que se construye a sí mismo precisamente instalado en esa relación. Y cuando la experiencia se autoafirma como experiencia estética, lo subjetivo, también desde una comprensión kantiana, puede designarse como sentido estético, y lo objetivo como objeto estético.
Así, el sujeto ejerce el sentido estético como una manera peculiar e imprescindible de orientarse en el mundo según el reconocimiento o la atribución de propiedades estéticas al objeto. Aunque de un origen igualmente ilustrado, considero que, a diferencia del término gusto, el de sentido estético no ha envejecido, sino todo lo contrario, se ha ido afirmando como necesario en el nuevo giro de la estética actual hacia la experiencia. Es por ello que lo apunto como substituto contemporáneo del gusto ilustrado, al que, sin embargo, hay que reconocerle la gracia de reivindicar la experiencia desde su dimensión más matérica, puesto que fue un término robado a los vinculados al paladar.
Atender filosóficamente a esta orientación significa ubicarse plenamente en la tensión universalidad / historicidad de la experiencia estética dándole las clavijas de afinación a la primera. Así, el sentido estético será una orientación peculiar e imprescindible al ubicarse en el mundo según el reconocimiento o la atribución de propiedades estéticas al objeto en el ejercicio de la sensibilidad, los sentimientos, los sentidos, un seny (sano juicio) peculiar capaz de acordar sensibilidades discordes, todo ello bajo la hegemonía de la imaginación como la capacidad degenerar la audacia requerida para los juicios de un sujeto que se pretende autónomo, responsable de sí mismo y de su esencial dimensión social. El sentido estético es al conocimiento lo que la piel a los órganos de nuestro cuerpo: su límite, su protección, su posibilidad.

Fede Rodriguez

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